En
una sociedad victoriana hermética y de ideas conservadoras, la
escritora VirginiaWoolf (1882-1941) consiguió sobresalir con su talento y,
además, ser reconocida como una gran intelectual en su propia época.
Escribió novelas, ensayos, cuentos y fue una gran oradora.
Bien
es cierto que era una época en la que hacía falta pertenecer a una
clase acomodada para acceder a la cultura, aunque era más difícil
para las mujeres (en una ocasión le negaron la entrada a la
biblioteca porque las mujeres solo podían entrar acompañadas o con
una carta de presentación). Woolf no fue al colegio pero sí que
recibió formación en casa y tuvo acceso a libros que le facilitó
adquirir conocimientos. Sin embargo, vivió también momentos duros.
Su madre murió cuando ella tenía trece años y dos años más
tarde, lo hizo una de sus hermanas. También sufrió abusos sexuales
de uno de sus hermanastros, hechos que pudieron marcarla
profundamente e influir en las continuas depresiones que padeció
desde joven.
Estamos
ante una mujer adelantada a su tiempo que perteneció a un club
selecto de intelectuales, el CírculoBloomsbury,
creó junto a su marido su propia imprenta y mantuvo un matrimonio
abierto al tener relaciones con mujeres; la más conocida fue su
amante Vitta
Sacke-Ville, en quien se basó para escribir su famosa novela
Orlando.
Fue
una escritora innovadora que intentó romper los férreos moldes de
la época no sólo mediante sus historias sino también con un
lenguaje innovador que escapaba al férreo control de las normas
sociales. Es considerada una de las pioneras en la utilización del
flujo interior de los personajes con gran brillantez como herramienta
de narración, técnica que se aprecia especialmente en su novela Las
Olas pero también en
La
señora Dalloway.
También introdujo temas novedosos y provocadores en su tiempo
como la homosexualidad, la sexualidad en Orlando, la
transexualidad en Flush, la masculinidad y la
guerra en Tres Guineas o la independencia de las
mujeres en Un cuarto propio.
Encontramos mujeres que sufren, que se sienten encorsetadas en el
debe-ser que la
sociedad les impone, como la propia señora Dalloway, y del que les
gustaría escapar. Existe un único
modelo de mujer, estereotipo del que no está permitido salir y se
espera la dependencia, la debilidad y la complacencia a los hombres.
Además, se trata de una sociedad que ve con malos ojos la
sexualidad fuera de la norma que son las relaciones hombres-mujeres.
Las mujeres sienten atracción por otras mujeres pero se inhiben ante
algo que está prohibido y que la sociedad condena.
Es
interesante el tratamiento de las enfermedades mentales en la novela.
La propia Woolf sufrió trastornos bipolares que la llevaron
finalmente al suicidio. A través de Septimus Warren Smith, uno de
los personajes de la novela, y el alter ego de Virginia Woolf,
asistimos a una queja abierta del tratamiento que reciben las
personas enfermas por parte de los médicos. La negación del
derecho a tomar decisiones sobre sí mismos y su falta de autonomía,
situación que la escritora pudo vivir en carne propia y que otras
escritoras como Charlotte Perkins-Gilman en El papel
pintado de amarillo y Janet
Frame en la autobiografía Un ángel en mi mesa
también trataron.
Nos
hallamos, por tanto, ante el retrato de una sociedad violenta contra
las mujeres y contra las clases sociales que no se consideran de la
alta sociedad. Una violencia que se ejerce a través de las leyes.
Una sociedad que considera a los otros un
peligro. Virginia Woolf es capaz de mostrarnos a través de
pensamientos, miedos, emociones y reflexiones entrelazadas una
sociedad que califica de enfermas a quienes no cumplen los mandatos
sociales cuando es la sociedad la que está realmente enferma.
La
señora Dalloway, aunque sea una novela densa y compleja, quizás
difícil en algunos momentos, es de imprescindible lectura ya que de
ella se extraen temas de debate entorno a cuestiones feministas que
hoy día continúan de actualidad. Por su parte, Virginia Woolf
continúa siendo un referente del feminismo y su gran logro fue ser
considerada , lo que es, un genio y no una musa.
No hay comentarios:
Publicar un comentario